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Los días arqueados

lunes 10 de septiembre de 2018
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Este es un libro de muchas exigencias para el estudio de la lengua, de dos lenguas, porque la poesía que en él se vierte así lo pide. Dos lenguas, la que lee el traductor en español y lleva al italiano y la que lee el hablante en castellano y se revierte lenguaje en el que el autor se reinventa a través de nuevas palabras, de voces ancestrales, de sonidos que le vienen de la tradición regional y hasta de un ser que se ajusta a su criterio como tributario de lecturas pasadas, recientes, digamos, por la edad del poeta, en este caso Luis Eduardo Barraza (Zulia, 1990), depositario de una herencia que en estas páginas descubrimos y sonamos para rememorar a quienes dejaron libros, versos y aventuras en muchos de los que ahora bebemos de Los días arqueados (Editorial El Estilete, Caracas, 2017), traducido a la lengua de Montale por Silvio Mignano y con un estudio / ensayo de Arturo Gutiérrez Plaza, quien nos permite avizorar lo que nos ocurrirá cuando los poemas de Barraza discurran ante nuestros ojos.

Este libro resultó ganador en la primera edición del Concurso Anual de Poesía Librería Lugar Común, con los auspicios del Instituto Italiano de Cultura y la Embajada de Italia en Venezuela. El jurado estuvo compuesto por Gina Saraceni, Arturo Gutiérrez Plaza y Silvio Mignano.

Mignano y Plaza nos auxilian didácticamente mediante dos magníficos trabajos sobre el arte de la traducción y el estudio de una poética (la manera, en este caso, de abordar la estructura de una lengua) no muy común en la escritura poética venezolana.

De modo que estamos frente a un libro / escuela que motiva al lector a un aprendizaje nuevo, que nos asoma ecos y autores del pasado. Silvio Mignano habla de las dificultades que encontró en el momento de encarar los versos de Barraza, toda vez que el autor escribe “sustantivando los verbos o construyendo verbos a partir de sustantivos, o listando una serie de sustantivos uno tras otro sin intervención de verbos o de partículas (preposiciones, artículos, conjunciones), o poniendo verbos al infinito, sin conjugarlos, o creando un sinnúmero de neologismos”, lo que hace que el traductor tenga que bucear hondo en su idioma materno, en este caso el italiano, para poder llevar una versión clara y legible al lector de esa lengua. Son muchos los escollos que Mignano tuvo que sortear para lograr su objetivo.

Arturo Gutiérrez Plaza elabora una tesis esclarecedora. Un ensayo que potencia la labor del poeta, toda vez que reconoce el carácter “innovador” de Luis Eduardo Barraza.

Se trata de una lectura “decididamente poética antes que racional”, por lo que el traductor tuvo que ingeniárselas para alcanzar una versión viable; por eso prefirió “guardar la construcción y el léxico originales” con la intención de que no se tergiversara el contenido, lo que quería decir el autor a través de “expresiones jergales, locales, dialectales, fronterizas”.

La escritura pedagógica de Silvio Mignano debería ser tomada en cuenta por quienes practican este oficio de traer a nuestra lengua poemas de otras culturas o viceversa.

Por su parte, Arturo Gutiérrez Plaza elabora una tesis esclarecedora. Un ensayo que potencia la labor del poeta, toda vez que reconoce el carácter “innovador” de Luis Eduardo Barraza. Y uso las comillas porque, si bien es cierto que el poeta zuliano rompe con la tradición de esta hora, existen antecedentes que son valorados por el mismo poeta en su trabajo, como es el caso de Luis Moreno Villamediana (Zulia, 1966), autor de títulos donde experimenta: Laphrase (Equinoccio, 2012), donde se evidencia el uso de la reinvención verbal y la ruptura de espacios y discursos.

Otro ejemplo que acerca Barraza al tributo a sus mayores es el caso de Juan Sánchez Peláez, quien se mueve como personaje en el libro y hasta deja un testamento literario donde se observan diferencias entre la escritura del autor Barraza y la de ese “juan” autor, reflejo que recrea una historia, la de un hombre enfermo que hace de mentor de quien firma el libro. De manera que estamos hablando de un tomo de textos poéticos que narra una historia en la que unos personajes sustancian varias anécdotas: “mariana”, el autor (quien no es nombrado) y la esposa de “juan”: tocados todos por el cáncer del último.

Gutiérrez Plaza señala que se trata de “un lenguaje poético proclive a la exploración de la sensorialidad y la materialidad de la lengua, así como a la abolición de todas las ataduras sintácticas y morfológicas que atenten contra la constitución de un proceso expansivo verbal y encantatorio, reñido con toda forma de convencionalismo semánticos y léxico”.

Ciertamente, nuestro autor se vale de un modo de decir, de “habla”, de deconstrucción de su lengua, de expresarse con toda la libertad que le ofrece el idioma español, más allá de que se salga de las normas y elabore un estilo que haga pensar al sujeto lector sobre el contenido del texto y reflexionar acerca del texto mismo. Analizar la herramienta verbal mientras la usa para encontrarle contenido. Un experimento que vigoriza a la actual poesía presta más al fondo que a la forma. En tal sentido (Gutiérrez Plaza dixit), Los días arqueados es un “libro cuya naturaleza dialógica y polifónica pone en relieve, precisamente, la coexistencia y presencia de uno y los otros”, al referirse al tiempo y el espacio de quienes forman parte del discurso.

 

2

Recurriré a un ejemplo para ilustrar lo antes expresado:

En poema dedicado a Douglas Bohórquez, dice:

Todas las jaulas de la Tierra se abren a mí // como breve / inadvertido homenaje // de una lluvia inabarcable de pájaros que ruidan / hacia el cielo / y todo lo cubren / y todo lo manchan // de una auténtica / y sensible, visceral escritura // extraño sería / ahora, no vestirse de caliginosa materia // con cara de juan // no alzar los brazos a la espera / de esa necesaria y merecida / la debida esa elemental porción / de casi verde-ocre-tirando-a-blanco-marfil // que cae y nos bautiza / como una gota que se destroza en millones de bombillas que se encienden / adentro / de una más trasparente pulmonar mañana / que ahora me amenaza acontecer // silábica // como la sola piedra / que levanta el día entre las aguas // el largo día de este existencial / bostezo // que se me aleja también quedar // interior // Porque más extraño sería, claro está / ejercitar la palabra / impunemente / y no sentir / en la mirada ajena de juan / esta lluvia incontenible de pájaros que se ruidan y escapan // y todo / lo oscurecen.

Esta deposición verbal, mensaje tributario a Moreno Villamediana, da cuenta entonces de la búsqueda intencional de Barraza en cuanto a romper con la costumbre (¿canon?) poética nacional.

El citado es el primer poema del libro. En él el autor anuncia su propósito a través de una poética que insistirá en la ruptura o escape a otras posibilidades: el experimento suele ser riesgoso, pero Barraza sale bien de este salto, puesto que logra la tensión y densidad necesarias en cada uno de sus poemas. La cuerda que sostiene su discurso se tensa, avara, para decir de otra manera, para “hablar” desde la voz de unos personajes que se hacen otros en la medida en que el lector se adentra en esta selva de sonidos.

Sigue otro poema:

Ella se acerca y recoge / la poca que del café me sobrevive // mariana, ella / mujer se llega por vez primera // se hace notar / precisa // y lee / de secreta manera / para que escuchar yo aprenda // para que de esta calle / y este sol / y de la tierra pelada esa / sepa, y hablar // adentro menos duela // como juan, ahora // en esta precaria línea cotidiana, de la ventana rota / nos ciega.

Se vale el autor de dichos, refranes, citas, recuerdos, imágenes de su lar y se revela y rebela en y contra el lugar donde debe poner las clases de palabras de la oración.

Otro ejemplo:

Se me caen, de puro rincón / las eses varias de una lengua taciturna otra // que se acera decir / en mí / que se me alarga morder / los talones blandos de una primera edad / —su necesaria fractura / diría / mi mujer— // de una edad fronteriza / que nos llueve aún / entre el calizo costilla del día // que me moja las caras todas de mi esta grieta mirada / resentida / siempre de toda mía añeja / palabra.

El lector podrá encontrar señas y contraseñas: un surrealismo que Sánchez Peláez dejó como herencia en algunos de sus primeros seguidores, como el caso de José Lira Sosa, y encuentra en Barraza un momento para reencontrarse, celebrarse.

He aquí otra muestra:

la oreja menor / que le falta a esta mañana

Y hasta el título de un libro de Zoé Valdés hace juego en medio de los malabarismos lingüísticos de Barraza: “la nada cotidiana”.

Antes que la tierra nos hablara en zamuro

Una referencia a Juan Liscano en esta frase: “la liscana raíz de la hora esta”

Y así, entre surrealidades, travesuras léxicas y sintácticas, nuestro poeta alimenta este libro con el cual se pueden seguir debatiendo reflexiones.

 

3

Arqueado: arco, elipsis, curva. Una suerte de insinuación me sugiere verse en línea lunar que recorre el horizonte de las tantas posibilidades expresivas. Los días arqueados, curvos, geométricos, tasados por una voz que se atreve a desandar los versos, hacerlos otros.

 

Luis Eduardo Barraza abre de nuevo una puerta para continuar estudiando, “jurungando” en la memoria poética y narrativa experimental de nuestro país.

4

Mi lectura me conduce, me recuerda, me obliga a viajar al mundo del poeta de Guanape Rafael José Muñoz, invencionero de voces, cabalístico, de jerga metafísica, mítica: jugaba con el misterio de los números y desaparecía del texto para luego aparecer reinventado.

Precisamente, Juan Liscano, en el extenso estudio que hace de El círculo de los 3 soles (Ediciones Centauro 81, Caracas, 1981), califica a Muñoz de “fabricante de neologismos y de barbarismos (…). Hay un juego constante de sílabas fuertes y débiles que dan a estas composiciones una cadencia interior, ritmos binarios, ternarios o cuaternarios”.

Más adelante Liscano afirma:

El lenguaje a veces expresa de un modo directo y confesional sentimientos y estados de alma del poeta. Ese tono confidencial o coloquial de pronto resulta invadido por palabras inventadas, se sepulta el sentido, vuelve a parecer, se sigue el hilo del discurso, el cual vuelve a romperse con un aflujo de neologismos o de sonidos, de números y cifras, de signos (…). Estamos, por lo tanto, ante una tentativa ambiciosa de extender las posibilidades expresivas del lenguaje poético…

Liscano hace referencia a la influencia de Vallejo en la poesía de Muñoz, así como “de los dadaístas, creacionistas, ultraístas, la escritura automática…”.

En el mismo estudio el autor de Cármenes hace referencia al poeta venezolano Salustio González Rincones, quien formaba parte del grupo La Alborada. Escribió un extraño poema que nos devuelve a Muñoz y a los experimentos poéticos de años posteriores.

He aquí el texto (escrito en versos pareados, paralelos) de González Rincones: “Leyentele la carta / En una de lobarta / Mendor! / Sesgura estas incólume / Porque tu rostro zólume / Candor / Si a la ligera viglas / Y siento cómo artiglas / Tu azur…”, y sigue.

También vale esta “locura” de Rafael José Muñoz escrita el 14 de abril de 1965:

Campanas dentro de la urna

Oigo unos barriles, suenan como campanas
cuando un muerto entra a la iglesia, huelen a fúnebres
inciensos, a sollas de a 14.
Oigo que entra a la iglesia un barril ancestral,
un barril con aceites olinos,
con nunciaturas apóstrofas, con ceros númenes.

Valdría la pena investigar si murió Severo Juan.
Por sus ojos debe saberse: habrá una luna en su ojal.

Muchos son los poemas que andan silenciosos por el mundo de los libros venezolanos que fueron parte de nuestra vanguardia.

En narrativa, la experimentación tuvo cupo en Oswaldo Trejo, en sus seguidores y contertulios de taller Alberto Guaura y Lourdes Sifontes Greco.

La aparición de Los días arqueados tiene sentido porque permite una revisión de esta experiencia inagotable. De modo que Luis Eduardo Barraza abre de nuevo una puerta para continuar estudiando, “jurungando” en la memoria poética y narrativa experimental de nuestro país.

Alberto Hernández

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